Educación intercultural y diversidad: ¿Cómo promover la comprensión y el respeto entre diferentes culturas y perspectivas con ayuda de la educación?

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Mauricio Zeballos Velarde, Docente UPCH

Cuando nos relacionamos con los demás, la actitud natural es dirigirnos hacia nuestros semejantes o hacia aquellos que nos resultan simpáticos o dignos de admiración. Nuestra tendencia natural  humana es rechazar lo distinto. Basta recordar, para ello, cómo a lo largo de la historia, las grandes civilizaciones del mundo distinguían entre ellos y los demás, a quienes llamaban bárbaros.

Por ello, es tarea de la educación revertir ese impulso y conducir la conciencia de los estudiantes hacia una apertura a la tolerancia. Celebrar la diversidad es una manifestación de superioridad en una civilización, porque supera los límites impuestos por las diferencias y reconoce que lo esencial en cada persona,  tiene el mismo valor.

Así, el respeto al otro diferente es un paso necesario para la convivencia. Para ello, impulsamos el debate franco y la tolerancia a los desacuerdos. Educar en la tolerancia es un primer paso hacia la convivencia. El segundo paso es la la multiculturalidad, es decir, la aceptación plena del otro diferente.

La interculturalidad es un proceso superior que debe lograr la educación: no se trata únicamente de aceptar que el otro es diferente, sino de construir un proyecto juntos. Este trabajo supone un proceso más complejo, en el cual es posible encontrar posibilidades de cooperación aprovechando las diferencias.

Es decir, diseñar nuestro sistema educativo de tal modo, que las diferencias impuestas por la naturaleza o por las circunstancias culturales o sociales, no solo dejen de ser un obstáculo para el entendimiento y la convivencia, sino que puedan ser aprovechadas en beneficio de todos. Esto supone, además, la acogida a una postura más generosa con respecto a aquellos que no tuvieron las mismas oportunidades o que son menos favorecidos por las circunstancias.

Abrirse a la interculturalidad es ser conscientes de que, como dice nuestro lema, “El Espíritu sopla donde quiere” (Jn 3,8) y por tanto, no sabemos en dónde puede estar esperando un amigo, o un maestro. La apertura a lo diverso es lo que constituye la esencia misma de la universidad.